REFLEXIONES SOBRE EL OSCURANTISMO . VII. De la crisis.
Cualquier diccionario describe el concepto de crisis como una grave alteración del curso regular y esperado de los acontecimientos; cualquier perturbación del hábito o costumbre que requiera atención racional por parte del individuo o del grupo a fin de restablecer el equilibrio perturbado.
Las criisis sociales , al estilo de la que experimentamos en nuestro país, se desarrollan y llegan a alcanzar un punto en que los cambios son inminentes e inevitables.
La palabra crisis se origina en el griego "krinein", que significa juzgar. Y, en efecto, la crisis se caracteriza también porque, aparte de lo que ocurre en el terreno objetivo, de los hechos, se presenta una reacción por parte del hombre, una reacción subjetiva. Así, en la crisis ocurre un cuestionamiento general realizado acerca del estado de cosas, situación, procedimientos, etc. La crisis manifiesta un estado de insatisfacción y repudio que se manifiesta en forma de crítica, en un análisis, en un juicio de valor negativo que se expresa sobre un gobierno o un régimen, por ejemplo. Esto ocurre cuando las condiciones objetivas que caracterizan el estado de cosas, la situación, el gobierno o régimen son de tal naturaleza aberrante que atentan contra la realización de los fines perseguidos por un grupo social determinado, por un pueblo, por una sociedad.
El diputado oficialista Sanguino, se pregunta en la AN ¿Cuál crisis?, en momentos en que se debatía con datos, cifras, informaciones y análisis por parte de la oposición, la grave instancia que atraviesa Venezuela. El Vice presidente Aristóbulo, en su mensaje, nos ofrece una Venezuela de ensueño, idílica, sin problemas. Estos tipos me hacen recordar al personaje de Voltaire en la novela Cándido, al Dr. Pangloss, quien afirmaba estar viviendo en el mejor de los mundos posibles.
No obstante, el jefe de ambos, el gran charlatán, unos días antes, en medio de una perorata vacía y con alusiones a la "economía productiva", a la "guerra económica" (cosas en las que nadie cree) había reconocido, muy a su pesar, que el país se debate en una crisis social de gran envergadura, única en nuestra historia. Las contradicciones son propias de los mentecatos.
EN POCAS PALABRAS
domingo, 10 de julio de 2016
REFLEXIONES SOBRE EL OSCURANTISMO . VII. De la crisis.
Cualquier diccionario describe el concepto de crisis como una grave alteración del curso regular y esperado de los acontecimientos; cualquier perturbación del hábito o costumbre que requiera atención racional por parte del individuo o del grupo a fin de restablecer el equilibrio perturbado.
Las criisis sociales , al estilo de la que experimentamos en nuestro país, se desarrollan y llegan a alcanzar un punto en que los cambios son inminentes e inevitables.
La palabra crisis se origina en el griego "krinein", que significa juzgar. Y, en efecto, la crisis se caracteriza también porque, aparte de lo que ocurre en el terreno objetivo, de los hechos, se presenta una reacción por parte del hombre, una reacción subjetiva. Así, en la crisis ocurre un cuestionamiento general realizado acerca del estado de cosas, situación, procedimientos, etc. La crisis manifiesta un estado de insatisfacción y repudio que se manifiesta en forma de crítica, en un análisis, en un juicio de valor negativo que se expresa sobre un gobierno o un régimen, por ejemplo. Esto ocurre cuando las condiciones objetivas que caracterizan el estado de cosas, la situación, el gobierno o régimen son de tal naturaleza aberrante que atentan contra la realización de los fines perseguidos por un grupo social determinado, por un pueblo, por una sociedad.
El diputado oficialista Sanguino, se pregunta en la AN ¿Cuál crisis?, en momentos en que se debatía con datos, cifras, informaciones y análisis por parte de la oposición, la grave instancia que atraviesa Venezuela. El Vice presidente Aristóbulo, en su mensaje, nos ofrece una Venezuela de ensueño, idílica, sin problemas. Estos tipos me hacen recordar al personaje de Voltaire en la novela Cándido, al Dr. Pangloss, quien afirmaba estar viviendo en el mejor de los mundos posibles.
No obstante, el jefe de ambos, el gran charlatán, unos días antes, en medio de una perorata vacía y con alusiones a la "economía productiva", a la "guerra económica" (cosas en las que nadie cree) había reconocido, muy a su pesar, que el país se debate en una crisis social de gran envergadura, única en nuestra historia. Las contradicciones son propias de los mentecatos.
Cualquier diccionario describe el concepto de crisis como una grave alteración del curso regular y esperado de los acontecimientos; cualquier perturbación del hábito o costumbre que requiera atención racional por parte del individuo o del grupo a fin de restablecer el equilibrio perturbado.
Las criisis sociales , al estilo de la que experimentamos en nuestro país, se desarrollan y llegan a alcanzar un punto en que los cambios son inminentes e inevitables.
La palabra crisis se origina en el griego "krinein", que significa juzgar. Y, en efecto, la crisis se caracteriza también porque, aparte de lo que ocurre en el terreno objetivo, de los hechos, se presenta una reacción por parte del hombre, una reacción subjetiva. Así, en la crisis ocurre un cuestionamiento general realizado acerca del estado de cosas, situación, procedimientos, etc. La crisis manifiesta un estado de insatisfacción y repudio que se manifiesta en forma de crítica, en un análisis, en un juicio de valor negativo que se expresa sobre un gobierno o un régimen, por ejemplo. Esto ocurre cuando las condiciones objetivas que caracterizan el estado de cosas, la situación, el gobierno o régimen son de tal naturaleza aberrante que atentan contra la realización de los fines perseguidos por un grupo social determinado, por un pueblo, por una sociedad.
El diputado oficialista Sanguino, se pregunta en la AN ¿Cuál crisis?, en momentos en que se debatía con datos, cifras, informaciones y análisis por parte de la oposición, la grave instancia que atraviesa Venezuela. El Vice presidente Aristóbulo, en su mensaje, nos ofrece una Venezuela de ensueño, idílica, sin problemas. Estos tipos me hacen recordar al personaje de Voltaire en la novela Cándido, al Dr. Pangloss, quien afirmaba estar viviendo en el mejor de los mundos posibles.
No obstante, el jefe de ambos, el gran charlatán, unos días antes, en medio de una perorata vacía y con alusiones a la "economía productiva", a la "guerra económica" (cosas en las que nadie cree) había reconocido, muy a su pesar, que el país se debate en una crisis social de gran envergadura, única en nuestra historia. Las contradicciones son propias de los mentecatos.
EL
ENTIERRO MALANDRO.
(Réquiem para delincuentes difuntos)
1. Las
costumbres y ritos funerarios parecen
ser tan antiguos como la humanidad misma. De hecho, se afirma que el paso de la
animalidad a la humanidad está marcado por el inicio de las actividades
funerarias, evento que indicaría la
aparición en el ser humano de la noción de trascendencia.
2. En nuestro país, y desde hace
aproximadamente dos décadas, se hizo
visible una nueva forma de rendir tributo a los muertos, muy especialmente en los barrios que
circundan a la ciudad de Caracas; hoy en
día esa práctica está presente en todas las barriadas de Venezuela. Quizás no
pueda precisarse ni el sitio ni la fecha exacta de aparición de estas nuevas ceremonias, pero
lo cierto es que ya se ha convertido en un lugar común hablar de ellas
mencionándolas como “entierros malandros”. Estos entierros malandros se
caracterizan por una ruptura con la liturgia cristiana que distinguía los
entierros en las zonas populares y su substitución por formas agresivas,
violentas y ruidosas, donde se hace demostración de fuerza por parte de los
participantes a la vez que se pone de manifiesto la impunidad que hoy en día
campea en Venezuela.
3.
En relación con la palabra malandro,
ésta ha sido aceptada, naturalizada por el uso, y el DRAE en su última edición
la registra con el significado de delincuente, razón por la cual la palabra en sí tiene contenido peyorativo y
hasta estigmatizante. No obstante, la
palabra malandro se usa en nuestro país con entera liberalidad y hasta los
propios aludidos (es decir, los calificados como malandros) la aceptan como parte de su identidad. Vale aquí recordar, las afirmaciones de Edwin Lemert (1972) en el sentido de que el etiquetamiento
provoca que quien lo recibe organice la percepción de sí mismo asumiendo la
nueva definición que los demás dan de él. Para mayor abundamiento, recordemos
que en el Culto de María Lionza se acepta una así llamada Corte Malandra, que
estaría compuesta por el espíritu de aquellos delincuentes que en vida se
destacaron en la actividad hamponil y eran devotos de la Reina. Recientemente
han aparecido publicaciones donde los autores utilizan la palabra malandro casi
como una categoría social (Predazzini y
Sanchez, 2001; Moreno, 2009)
4.
Los rituales funerarios están concebidos como ceremonias comunitarias,
colectivas, realizadas para enfrentar la transición que se opera de la vida a
la muerte por el fallecimiento de uno de
sus miembros (Torres, Deli; 2009:107). El entierro de un malandro, en general,
encaja en esta definición de Torres, pues es una acción en la que intervienen
familiares, amigos y relacionados del muerto, pero de una forma que se aparta
radicalmente del entierro tradicional, como afirmamos antes (en 2). El
alcohol, las drogas, el fuego de las armas y la música popular, así como
algunos performances en los cuales
los participantes involucran al cadáver,
además del ruido de las motocicletas, la interrupción del tránsito en el
recorrido del cortejo hacia el cementerio, las paradas en el medio de
autopistas y calles para “rendir tributo “ al fallecido y, de paso, atracar a
los choferes atrapados en el tráfico,
caracterizan, en el plano de los hechos visibles a este entierro.
5.De
acuerdo con observaciones directas realizadas en ocasión de cuatro entierros
malandros (1) y luego de inquirir entre los asistentes, concluimos en que la
aparatosa ceremonia se realiza con la finalidad de asegurar el arribo del
fallecido a un “paraíso” malandro; esto es, un espacio trascendente donde el
alma del malandro se regocijará eternamente en medio de fiestas, mujeres y
alcohol, sin las presiones y urgencias
de la vida terrena. Esta concepción
recuerda, muy a la ligera, las huríes islámicas y el Walhalla de la mitología
nórdica. Casualmente, el malandro no es considerado por sus pares, amigos y
familiares como un delincuente, sino como un guerrero, como alguien que vivió
expuesto al riesgo, a la violencia, utilizando la violencia para acceder a la
posesión de bienes materiales que le fueron negados por una sociedad
intrínsecamente injusta. El trabajo auténtico y legítimo para el malandro lo
constituye la acción hamponil- el robo, el secuestro, el tráfico de
estupefacientes- , que le coloca en posición de acceder a una riqueza que, de por sí, es abundante, pero que está muy mal repartida y
acaparada por unos pocos explotadores que se dan la gran vida mientras él,
miembro del pueblo humilde, está condenado a vivir en tugurios, en los
socavones de la pobreza y la marginalidad, ejerciendo, eventualmente, algún
empleo bajo y servil o en la
informalidad. Así, cuando el malandro roba o asalta, según esta concepción, lo
que hace es “rescatar de las manos impuras del explotador algo que es restituido a las manos del pueblo”. Aquí
pareciera reflejarse la prédica obsesiva de la revancha contra los abusos
(supuestos o reales) cometidos por un
explotador fantasmal y recurrente, que,
remontándose en el pretérito, enlazaría nuestro tiempo hasta con el
régimen colonial.
6.
El malandro muere en su ley. O matando en un cruce de fuego, ya sea con la
policía o una banda rival, o víctima de un ajuste de cuentas, de la vendetta propiciada por el cable pela´o;
pero debe morir a bala, que es lo único honroso para un guerrero malandro (el malandro es el que tiene bolas / aunque
no tenga pistolas, dice la letra de un rap). Morir de otra forma quizás no
comportaría la realización de actos de reverencia ni homenajes. Su muerte de
auténtico guerrero, casi siempre a edad temprana, pues como dice el malandro al
referirse a sí mismo “no nacimos pa´ semilla”,
da lugar a una auténtica rebelión del barrio, a la liberación de fuerzas
y pulsiones que junto con el verdadero dolor, parecen siempre estar
engatilladas, agazapadas, replegadas en el
interior del barrio. La insatisfacción, el resentimiento y el desprecio contra las normas y el orden
simbólico (2) que preside la vida social
se expresan en la estridencia de la música que en forma ambivalente, turbia, celebran a la vez que
lamentan la ida del malandro. La danza tremendista, gimnástica y contorsionada del rapero constituye, en sí
misma, una trasgresión de la formalidad aceptada por la sociedad global en la
ocasión de un sepelio. Las ráfagas, el estruendo de las armas automáticas, se
erigen en un desafío a la sociedad, al Estado, a las fuerzas del orden que
contemplan impotentes unas descargas al aire que evocan los sepelios de los
fundamentalistas islámicos caídos en acción.
7.
Generalmente, la funeraria es rechazada. El muerto debe recoger sus pasos. Debe
llevarse en sus pupilas opacadas por la muerte una última visión de su gente,
de los lugares de sus andanzas, de su querencia. Debe marcharse confortado, no
tanto por el llanto estridente de sus deudos, sino por la algarabía dolida y
desmesurada de sus convives, de sus panas y compinches, de sus jevas y sus cuaimas,
de sus pures y sus cuchos; debe partir en la convicción de que deja tras de sí
a quienes siempre aprobaron su
conducta aparatosa. Debe redisfrutar
todo aquello que en vida le agradaba. El entierro del malandro legitima a
posteriori la irregularidad de su actuación en vida. Es una adhesión activa y militante que, de igual manera,
reafirma la convicción del barrio y religa al muerto con el pasado, con el
presente y el futuro de su comunidad. Todo en medio de la droga, del vallenato,
el rap y el tiroteo en el que
participan, accionando armas de diverso calibre y modelo, los hombres, mujeres
y niños, unidos en una lealtad sin
esguinces.
8.
Hay dolor en el barrio porque resulta doloroso enterrar a aquellos a quienes se
quiere o que están unidos a nosotros con los férreos lazos de la pertenencia.
En el duelo normal el doliente niega la
muerte del deudo, como primera reacción, siendo substituida ésta reacción por un estado psíquico de aflicción y, en
muchos casos, de búsqueda de culpables. En el barrio, cuanto la realidad se
impone, luego de la constatación de la muerte traumática y violenta de uno de
sus miembros, la descarga de violencia
parece sustituir a la depresión individual y a la autocompasión para desembocar
en la búsqueda de una embriaguez, de una catarsis que permita olvidar,
deslastrarse del peso muerto que se siente en los corazones por la muerte del
amigo o del pariente querido. El dolor es un estado enmascarado en la aparente
alegría y en la feroz ambivalencia:
deslastrarse del objeto amado y
conservarlo a la vez. Hay un rechazo del yo conciente al deseo- imposible de
cumplir- de conservar aquel objeto perdido. El barrio se siente empobrecido con
la muerte de su deudo: “ya las cosas no serán igual sin él”. La nostalgia
dolorosa oculta un sentimiento de culpa por no haber podido impedir, de alguna
manera, aunque fuese fantasiosa, el evento mortal; también, quizás, el remordimiento causado por la sensación obscura de que las relaciones con el difunto pudieron haber
sido más cálidas y hasta normales, ajenas a esa tirantez existente en todo
proceso conflictual donde se perfilan los liderazgos. De allí la rabia. De allí
la disposición de atropellar toda norma, en una acción de venganza fantasiosa
contra el enemigo inasible que es la muerte. La venganza real, dirigida a un
objeto más terrenal, vendrá después.
9. El
muerto es elevado a la categoría de persona ejemplar, digno de ser recordado en
la recreación del entorno y las
circunstancias violentas y disipadas en que vivió. Es una ratificación de que
su conducta modélica persistirá entre los suyos. A todo esto, el cadáver es
incorporado al evento colectivo; a veces el ataúd es colocado en medio de la
calle de su casa, para que allí esté en medio de la juerga ritual; otras veces
es extraído de la urna, sentado en una silla y, desde allí, presidirá el
evento, que por tal hecho afecta rasgos de performance
macabro; se le colocará en sus manos un vaso de licor o un cigarrillo entre sus
labios exangües. Otras veces, si el difunto disfrutaba del dominó, se le
sentará en uno de los puestos de la “cruz” de la mesa de dominó y participará
vicariamente, ayudado por alguien colocado detrás, en este juego de salón realizado al aire libre.
10.
La motocicleta es el caballo de guerra del malandro. Utilizada en actividades lícitas originalmente, ha devenido, además, en
instrumento eficaz en el narcotráfico, el sicariato y todo tipo de actividad
delictiva. Y ello por su versatilidad: velocidad, desplazamiento seguro,
comodidad, bajo consumo de combustibles y autonomía comprobados. En raudos enjambres escoltan el féretro, ya vaya este a pie o en la
carroza fúnebre. Llegado cierto momento, interrumpen el tráfico en la
autopista, rodean al féretro que ha sido sacado de la carroza y, a una señal,
ponen el motor de la motocicleta en neutro y aceleran al máximo para producir un estrépito
ensordecedor y una humareda azulada que cubre todo objeto en media cuadra a la
redonda. Entretanto, los choferes
atrapados en el embotellamiento son despojados de relojes, celulares y
dinero por un grupo de motorizados que no se unió al círculo de ruido y
humo. La motocicleta tiene un papel
crucial en el entierro malandro. Su constante ir y venir constituye un motto perpetuo, manifestación de vida
bullente que escolta a la muerte. La motocicleta integra un ejército, una guardia de corps que asegura la incolumidad del difunto y
sus deudos ante cualquier asechanza. De allí que cada motocicleta, además del
tripulante, carga uno más en la parrilla, con frecuencia portador de un arma
larga.
.
11. Las
influencias que inciden en este ritual son variables. Básicamente el enterramiento, como práctica cristiana
inmemorial, excluye, en el caso del entierro malandro, la participación de
oficiantes religiosos. Probablemente la madre y algunos miembros mayores de la
familia recen el rosario antes de entregar el cuerpo a la tribu maleva. La
descarga de armas automáticas nos trae la imagen, como ya se dijo, del sepelio
tumultuoso del terrorista o el combatiente islámico abatidos, influencia que
probablemente se haya infiltrado a través de la televisión en su cobertura de
los conflictos del Medio Oriente, asimilándose aquellas imágenes terribles al
hecho de la muerte de nuestros malandros, elevados así, analógicamente, a la
categoría de combatientes contra un establisment inconscientemente compartido.
12.
Es claro, además, el mensaje que se
envía al resto de la sociedad: en nuestro territorio imperan las normas y leyes
nuestras, creadas y vividas por nosotros; nuestro grupo no acepta las normas
ridículas que el resto practica. El rechazo a la legalidad y la normativa de la
sociedad global, la trasgresión de conductas y procedimientos largamente
sancionados por el uso y la ley, implican una ruptura en un punto nodal de la
cultura; implican la emergencia de una
vía alterna a la de la sociedad global que ya se había puesto de manifiesto en
la vida transgresora del malandro. Su entierro, la ritualidad
amenazadora y sórdida del mismo, no es más que la ratificación, por parte de
quienes le sobreviven, de un camino
contrario, sin arrepentimientos ni expiaciones,
al del resto de la sociedad.
13.
La aceptación de la muerte del malandro, ya sea por causa de un ajuste de
cuentas o un enfrentamiento, no es difícil, a la larga, entre quienes viven en el filo de la
ilegalidad y en la atmósfera de violencia del barrio, que muchas veces es zona
de guerra. Quienes ven la luz y aceptan la “vida malandra”, aceptando la
denominación estigmatizante y
convirtiéndola en señal de identidad están convencidos de que la brevedad es el
signo que afectará a sus vidas. No de otra forma puede vivirse en esos bolsones
de inseguridad e ingobernabilidad en que se han convertido nuestros barrios
populares, dominados por bandas y pandillas
que se reparten su intrincada geografía En Venezuela existen “bolsones
de ingobernabilidad” , ya sea porque no hay presencia activa y responsable del
Estado y el vacío es ocupado por el hampa (empoderamiento de los malandros) o
porque, habiendo presencia del Estado, ésta no es activa ni responsable, razón
por la cual –igualmente-, el poder es ejercido por los malandros. Al respecto
debe recordarse que el “vacío de poder” no existe; éste siempre será ocupado
por algo o por alguien (hablar en nuestros barrios de nobodies land es absolutamente erróneo.). Parece ser que la
necesidad de orden, cualquier orden, aun un orden regido por malandros, dentro
de una racionalidad malandra, siempre será preferible al desconcierto del caos.
Y mientras el instrumento de socialización e identificación en los barrios sea la banda o la pandilla, la
violencia en los barrios no podrá ser derrotada. Al decir banda se incluye a los
llamados “colectivos”, organizaciones del hampa parapolítica organizadas sobre
la base del resentimiento glorificado como lucha de clases.
14.
El entierro de los malandros aquí
descrito, como práctica social, sólo puede existir en un país profundamente
desorganizado, signado por la anomia. Anomia significa ausencia de normas, pero también significa incapacidad de estas
normas para imponerse eficazmente. Nuestra
anomia no es de reciente data, y podríamos remontarnos al Caracazo, por
ejemplo, para determinar un punto de arranque de nuestra anomia, de la ruptura
de nuestro orden simbólico. Eso es cierto, pero también es cierto que, a 24 años de aquel evento, los Gobiernos
subsecuentes no han realizado ningún esfuerzo para restituir el orden
fracturado. Antes por el contrario, los hechos indican que, especialmente en
los últimos tiempos, el régimen imperante
ha escogido un camino diametralmente opuesto a ese fin. No carecemos de
normas ni de leyes; antes por el contrario, la abundosidad de la legislación en
Venezuela es tal, que difícilmente se encuentre una actividad, un espacio
social sobre el cual no se haya
legislado en los últimos tiempos. Lo que ocurre es que, al margen de esa
frondosidad legal, existe una desinstitucionalización que ha sido dirigida
desde el poder con objeto de crear la anarquía y el caos y, así, crear las
condiciones para lo que desde el poder se conceptúa como “una nueva y
revolucionaria sociedad”. Vale la pena
anotar que, típicamente, el malandro no
es subversivo, no intenta copar el poder ni cambiar el status quo; en ese
sentido no implica un peligro para el régimen, que ha demostrado poder
coexistir amablemente con los bolsones de ilegalidad a que antes aludí. Hay
quienes afirman que, antes por el contrario, la existencia de una fracción de
la sociedad dominada por el malandraje es funcional al régimen por el terror
que impone. El entierro de los malandros, el auge
incontrolado de la criminalidad, la penetración a fondo del narco en el país, las
invasiones solapadamente permitidas por el Estado, las “expropiaciones” (más
bien despojo), son otras tantas rupturas con el orden legal y social, entre
otras, que contribuyen a la profundización de la anomia, la anarquía y el caos.
José
Lira Barboza
Maracaibo, marzo de 2012.
Notas.
1.- 17
de junio de 2005, Los Magallanes de Catia, Caracas; 13 de
Septiembre de 2006, Barrio El Silencio,
Maracaibo; 23 de mar-
zo de 2008, Cementerio Jardines de la Chinita , Maracaibo; 20
de agosto de 2009, Barrio El Despertar, oeste
de Maracaibo.
2.- El
Orden Simbólico, de acuerdo con Lacan, es lo que estructura el pensamiento. En
unos casos es el lenguaje mismo, en otros casos es la Ley -No la ley de un Estado,
sino el conjunto de costumbres, sentido
común y deberes sociales de una colectividad- que construye la matriz de
nuestra experiencia. La autoridad del Padre (sea Dios, el Estado, la sociedad
los padres,) es la fuerza que está tras ese Orden.
BBIBLIOGRAFIA
CITADA
1. Lemert, Edwin (1951). Social Pathology. N.Y. Mc Graw-Hill.
2. Moreno,
Alejandro.(2009). La violencia en los barrios de Petare, en Inseguridad y
Violencia en Venezuela, comp. Roberto B. León y Alberto Camardiel, 292-315.
Edit Alfa, Caracas.
3. Predrazzini,
I, y Magali Sánchez (2001). Malandros, Bandas y
Niños
de la Calle. Vadell
Hnos. , Caracas.
4. Torres,
D. (2009). El Ritual La Tumba
en el Estado Mérida,
Venezuela.
Semióticas del Rito. Colección de Semiótica Latinoamericana No. 6 , 105-121,
LUZ, Maracaibo.
martes, 5 de julio de 2016
REFLEXIONES SOBRE EL OSCURANTISMO
XXI. El Poder y La Fuerza.
Cuando nos planteamos el problema del fundamento del Poder, surge inevitable la interrogante que se plantea San Agustín en :su Civitas Dei (La ciudad de Dios): "¿Sin la justicia qué serían en realidad los reinos sino bandas de ladrones?", complementando la idea con esta su otra, penetrante pregunta: ¿y qué son las bandas de ladrones sino pequeños reinos?.
Es evidente que el poder no puede ser legitimado a partir de la exhibición o la aplicación exclusiva de la fuerza. Se requiere algo más y en ese requerimiento está envuelto lo axiológico; es decir, el poder no puede justificarse a sí mismo si no es sobre la base de la legitimidad, proviniendo ésta ultima -en los tiempos que corren- de las leyes, de la observancia de la normativa positiva que hace posible, no sólo el acceso al poder, sino el desempeño del mismo.
Y en algunos países, como el nuestro, donde la fuente primigenia de la legitimidad es el pueblo, sólo el pueblo, a través de una manifestación libre de su voluntad, puede decidir acerca de la legitimidad, no sólo del origen, sino también del desempeño del poder.
Y es precisamente el pueblo, a través del voto, en este caso, quien puede decidir si en el país el poder actúa al margen de la justicia y se trueca en banda de ladrones; es el pueblo quien puede decidir si el poder respeta las dimensiones que de la justicia se consideran propias en nuestros días: la dimensión social, la dimensión política y la dimensión económica. Y el pueblo, de acuerdo con la Ley Máxima, la Constitución, está facultado para realizar ese escrutinio a mitad del período de cualquier gobernante, por poderoso que el sea o por poderoso que se considere, a través del Referendum Revocatorio. Quienes intentan impedir el ejercicio de esa facultad con triquiñuelas o con ridículos cuan costosos despliegues castrenses, se colocan en el lugar de la arbitrariedad, de la prepotencia y pasan a ser dictadores despreciables (y desechables).
XXI. El Poder y La Fuerza.
Cuando nos planteamos el problema del fundamento del Poder, surge inevitable la interrogante que se plantea San Agustín en :su Civitas Dei (La ciudad de Dios): "¿Sin la justicia qué serían en realidad los reinos sino bandas de ladrones?", complementando la idea con esta su otra, penetrante pregunta: ¿y qué son las bandas de ladrones sino pequeños reinos?.
Es evidente que el poder no puede ser legitimado a partir de la exhibición o la aplicación exclusiva de la fuerza. Se requiere algo más y en ese requerimiento está envuelto lo axiológico; es decir, el poder no puede justificarse a sí mismo si no es sobre la base de la legitimidad, proviniendo ésta ultima -en los tiempos que corren- de las leyes, de la observancia de la normativa positiva que hace posible, no sólo el acceso al poder, sino el desempeño del mismo.
Y en algunos países, como el nuestro, donde la fuente primigenia de la legitimidad es el pueblo, sólo el pueblo, a través de una manifestación libre de su voluntad, puede decidir acerca de la legitimidad, no sólo del origen, sino también del desempeño del poder.
Y es precisamente el pueblo, a través del voto, en este caso, quien puede decidir si en el país el poder actúa al margen de la justicia y se trueca en banda de ladrones; es el pueblo quien puede decidir si el poder respeta las dimensiones que de la justicia se consideran propias en nuestros días: la dimensión social, la dimensión política y la dimensión económica. Y el pueblo, de acuerdo con la Ley Máxima, la Constitución, está facultado para realizar ese escrutinio a mitad del período de cualquier gobernante, por poderoso que el sea o por poderoso que se considere, a través del Referendum Revocatorio. Quienes intentan impedir el ejercicio de esa facultad con triquiñuelas o con ridículos cuan costosos despliegues castrenses, se colocan en el lugar de la arbitrariedad, de la prepotencia y pasan a ser dictadores despreciables (y desechables).
REFLEXIONES SOBRE EL OSCURANTISMO.
XX. ¿Díalogo?
En su obra "Teoría de la Acción Comunicativa" Jürgen Habermas afirma que a la razón del frío cálculo subyace otra, inesperada y desconocida, que puede conducir al entendimiento entre los seres humanos. Habermas llama a esta razón oculta "razón comunicativa". Esa razón, debidamente utilizada en el diálogo, tendría como propósito específico llegar a acuerdos, adquirir compromisos sobre la base del respeto, del reconocimiento y el provecho mutuos.
Así, el diálogo sería actividad responsable y serena dirigida a encontrar coincidencias aceptables en el mundo de la vida.
En ese orden de ideas, diálogo no es convocatoria para tratar de ganar tiempo en medio de insulseces y engañifas; dialogo no es triquiñuela para embotar al contrario y oxigenarse en una confrontación. Diálogo exige buena voluntad y verdad.
A propósito de estas reflexiones, la visita a Venezuela de tres representantes de la burocracia internacional ( como les llamó Claudio Fermín acertadamente), no tiene otra finalidad que la de oxigenar al régimen de Maduro a través del fingimiento, del hacer que están haciendo para nada hacer. Y esa convicción arranca del examen de cada uno de los tres personajes (Zapatero, Fernández y Torrijos) que siempre estuvieron y han estado ligados al.presupuesto en dólares que tan dispendiosamente manejó Chávez para agasajar amigotes y granjearse. lealtades. Estos obscuros personajes de la picaresca política internacional , ligados a su vez con el armatoste estéril de UNASUR, sólo buscan distraer la atención de los venezolanos, aminorar la presión nacional sobre el régimen a través de la desmovilización de la protesta y desmembrar , también, la presión internacional, colocando las miradas del pueblo en una perspectiva diferente a la del Revocatorio que, de realizarse, sin dudas daría al traste con el régimen rojo..Creo que esa valiente mujer que es María Corina Machado expresó perfectamente, a través del twitter, la verdadera índole del propósito del mencionado trío
XX. ¿Díalogo?
En su obra "Teoría de la Acción Comunicativa" Jürgen Habermas afirma que a la razón del frío cálculo subyace otra, inesperada y desconocida, que puede conducir al entendimiento entre los seres humanos. Habermas llama a esta razón oculta "razón comunicativa". Esa razón, debidamente utilizada en el diálogo, tendría como propósito específico llegar a acuerdos, adquirir compromisos sobre la base del respeto, del reconocimiento y el provecho mutuos.
Así, el diálogo sería actividad responsable y serena dirigida a encontrar coincidencias aceptables en el mundo de la vida.
En ese orden de ideas, diálogo no es convocatoria para tratar de ganar tiempo en medio de insulseces y engañifas; dialogo no es triquiñuela para embotar al contrario y oxigenarse en una confrontación. Diálogo exige buena voluntad y verdad.
A propósito de estas reflexiones, la visita a Venezuela de tres representantes de la burocracia internacional ( como les llamó Claudio Fermín acertadamente), no tiene otra finalidad que la de oxigenar al régimen de Maduro a través del fingimiento, del hacer que están haciendo para nada hacer. Y esa convicción arranca del examen de cada uno de los tres personajes (Zapatero, Fernández y Torrijos) que siempre estuvieron y han estado ligados al.presupuesto en dólares que tan dispendiosamente manejó Chávez para agasajar amigotes y granjearse. lealtades. Estos obscuros personajes de la picaresca política internacional , ligados a su vez con el armatoste estéril de UNASUR, sólo buscan distraer la atención de los venezolanos, aminorar la presión nacional sobre el régimen a través de la desmovilización de la protesta y desmembrar , también, la presión internacional, colocando las miradas del pueblo en una perspectiva diferente a la del Revocatorio que, de realizarse, sin dudas daría al traste con el régimen rojo..Creo que esa valiente mujer que es María Corina Machado expresó perfectamente, a través del twitter, la verdadera índole del propósito del mencionado trío
REFLEXIONES SOBRE EL OSCURANTISMO.
XIX. Lesa Humanidad.
El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional define el crimen contra la humanidad como "La comisión como parte de un ataque generalizado y sistemático contra la población civil y con conocimiento de dicho ataque".
Es decir, la conducta generalizada propia de una política de terror contra una población civil, "no combatiente", especialmente utilizando grupos armados irregulares o no, desde el poder.
Los ataques deben ser sistemáticos, organizados y formar parte de un plan, de una política organizada, intencionada, dirigida al exterminio, la represión, el terror, amedrentamiento , exclusión y negación de derechos fundamentales de una población.
La creación en Venezuela de los así llamados "colectivos", organizados, entrenados y armados desde el poder, responden a una necesidad del régimen para mantener a raya a la población venezolana en su ansia de libertades, incurriendo en todos los delitos a que ya se hizo referencia.
El reciente atentado contra Jesús "Chúo Torrealba, Secretario General de la MUD, se inscribe, así, dentro de los parámetros que definen una política de crímenes de lesa humanidad, especialmente en lo que toca al hecho de ser Torrealba uno de los máximos representantes de una colectividad -la oposición venezolana- que ha sido víctima de frecuentes ataques desde el poder. Recuérdese que aparte del exterminio, el apartheid, los asesinatos, el encarcelamiento en violación a normas fundamentales del Derecho Internacional, la tortura, la persecución de una colectividad con identidad propia, con fines políticos, también constituye un crimen de lesa humanidad.
Estos crímenes son imprescriptibles, es decir, no están sujetos a extinción y pueden ser perseguidos en todo tiempo y lugar.
XIX. Lesa Humanidad.
El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional define el crimen contra la humanidad como "La comisión como parte de un ataque generalizado y sistemático contra la población civil y con conocimiento de dicho ataque".
Es decir, la conducta generalizada propia de una política de terror contra una población civil, "no combatiente", especialmente utilizando grupos armados irregulares o no, desde el poder.
Los ataques deben ser sistemáticos, organizados y formar parte de un plan, de una política organizada, intencionada, dirigida al exterminio, la represión, el terror, amedrentamiento , exclusión y negación de derechos fundamentales de una población.
La creación en Venezuela de los así llamados "colectivos", organizados, entrenados y armados desde el poder, responden a una necesidad del régimen para mantener a raya a la población venezolana en su ansia de libertades, incurriendo en todos los delitos a que ya se hizo referencia.
El reciente atentado contra Jesús "Chúo Torrealba, Secretario General de la MUD, se inscribe, así, dentro de los parámetros que definen una política de crímenes de lesa humanidad, especialmente en lo que toca al hecho de ser Torrealba uno de los máximos representantes de una colectividad -la oposición venezolana- que ha sido víctima de frecuentes ataques desde el poder. Recuérdese que aparte del exterminio, el apartheid, los asesinatos, el encarcelamiento en violación a normas fundamentales del Derecho Internacional, la tortura, la persecución de una colectividad con identidad propia, con fines políticos, también constituye un crimen de lesa humanidad.
Estos crímenes son imprescriptibles, es decir, no están sujetos a extinción y pueden ser perseguidos en todo tiempo y lugar.
REFLEXIONES SOBRE EL OSCURANTISMO.
XVIII. Hambre.
El hambre puede conducir a la muerte, y los totalitarismo (los comunistas y los nazi-fascistas) emplean el hambre como un arma para aniquilar a sus adversarios.
El Siglo XX fue testigo del entronizamiento del Comunismo en la Unión Soviética y de las dos hambrunas que, una con Lenin y otra con Stalín, ocasionaron varios millones de muertos por inanición entre los opositores a sus políticas y, aún, entre sus partidarios.
En la China Comunista, en período del llamado Gran Salto Adelante Mao Tse Tung causó diez (10) millones de muertos entre los campesinos que se oponían a la colectivización. Murieron por hambre; murieron por oponerse a la política del Gran Líder.
Por su parte, los nazis no se quedaron atrás. Después de conquistar a Polonia, Hitler hizo concentrar a los judíos polacos en el Gran Guetto de Varsovia. Allí los encerró y les negó el alimento necesario hasta que la población comenzó a morir de hambre. Esta situación tuvo su epílogo el 19 de abril de 1943, día del comienzo de la insurrección del Guetto de Varsovia. Por supuesto, los judíos fueron derrotados, la población aniquilada y del Guetto no quedó piedra sobre piedra. Durante el período de hambruna, el pueblo judío había perdido fuerzas, estaba debilitado y sin esperanzas; mal armado y superado militarmente, no podía sino ser aniquilado...
Actualmente en nuestro país asistimos a una reedición de la política de hambre realizada por un régimen totalitario. Se pretende debilitar a la población adversa al régimen, razón por la cual los Consejos Comunales, en manos chavistas, proveen de alimentos sólo a la gente del PSUV. El plan es debilitar física y moralmente a los adversarios del régimen y así evitar cualquier rebelión, o controlarla rápida y´fácilmente para después perseguir y aniquilar a los restos rebeldes e imponer, ahora sí, la dictadura del comunismo de guerra, al mejor estilo de Fidel Castro en los 60...
XVIII. Hambre.
El hambre puede conducir a la muerte, y los totalitarismo (los comunistas y los nazi-fascistas) emplean el hambre como un arma para aniquilar a sus adversarios.
El Siglo XX fue testigo del entronizamiento del Comunismo en la Unión Soviética y de las dos hambrunas que, una con Lenin y otra con Stalín, ocasionaron varios millones de muertos por inanición entre los opositores a sus políticas y, aún, entre sus partidarios.
En la China Comunista, en período del llamado Gran Salto Adelante Mao Tse Tung causó diez (10) millones de muertos entre los campesinos que se oponían a la colectivización. Murieron por hambre; murieron por oponerse a la política del Gran Líder.
Por su parte, los nazis no se quedaron atrás. Después de conquistar a Polonia, Hitler hizo concentrar a los judíos polacos en el Gran Guetto de Varsovia. Allí los encerró y les negó el alimento necesario hasta que la población comenzó a morir de hambre. Esta situación tuvo su epílogo el 19 de abril de 1943, día del comienzo de la insurrección del Guetto de Varsovia. Por supuesto, los judíos fueron derrotados, la población aniquilada y del Guetto no quedó piedra sobre piedra. Durante el período de hambruna, el pueblo judío había perdido fuerzas, estaba debilitado y sin esperanzas; mal armado y superado militarmente, no podía sino ser aniquilado...
Actualmente en nuestro país asistimos a una reedición de la política de hambre realizada por un régimen totalitario. Se pretende debilitar a la población adversa al régimen, razón por la cual los Consejos Comunales, en manos chavistas, proveen de alimentos sólo a la gente del PSUV. El plan es debilitar física y moralmente a los adversarios del régimen y así evitar cualquier rebelión, o controlarla rápida y´fácilmente para después perseguir y aniquilar a los restos rebeldes e imponer, ahora sí, la dictadura del comunismo de guerra, al mejor estilo de Fidel Castro en los 60...
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